
Oportunidades para cumplir ese objetivo no faltaban: congresos, eventos, charlas y encuentros de todo tipo nos facilitaban la tarea y -francamente- fueron años en los que la mayoría tenía una buena predisposición para establecer nuevos contactos, colaborar y crear nuevas redes de profesionales.
Poco tiempo después hicieron su aparición los eventos específicos de networking que, sinceramente, nunca me han convencido. Yo los llamo "Networking a puerta fría" porqué me resulta extremadamente difícil establecer cualquier tipo de relación con otra persona que de modo artificioso se esfuerce durante un par de minutos en explicarme las bondades de su productos o servicios.
Son eventos en los que te vas a casa con un montón de tarjetas nuevas sabiendo que lo único que has conseguido ha sido entregar una cantidad similar de las tuyas... tras un par de experiencias similares no volví a perder el tiempo en ese tipo de reuniones.
Entonces... ¿El networking no funciona?
Por supuesto que si, de hecho creo que es una de las estrategias más productivas de generar relaciones empresariales productivas y duraderas, pero no a través de eventos que fuerzan de forma mecánica las relaciones personales y prometen resultados a muy corto plazo.
Las relaciones empresariales y profesionales nacen y crecen de las relaciones personales e intentar forzarlas es absurdo. Debemos darles tiempo y establecer lazos de confianza que propicien que el otro quiera saber más de nosotros, nos conozca y surja, quizás, la oportunidad de realizar algo juntos.
Pero este no puede ser ni un proceso rápido ni automatizado, más bien requiere el cuidado que un artesano pone en su creación: mimo, paciencia y esmero. Los resultados siempre son positivos y aunque los frutos (empresariales) tarden en madurar, el proceso es apasionante.